Violencia intrafamiliar. Nexos entre la medicina y el derecho.
Resumen
Con el devenir histórico de la sociedad, e independientemente de los enfoques teóricos relacionados con los seres humanos, se ha aceptado en las diferentes formaciones económico-sociales la familia como célula fundamental de la sociedad, a la cual le corresponde el cumplimiento de responsabilidades y funciones tanto en la educación como en la formación de sus miembros. De igual manera la violencia intrafamiliar es un fenómeno que existe desde las civilizaciones más antiguas, cuyos prejuicios e intereses desembocaron en la subcultura del sometimiento de la mujer e hijos a la voluntad y caprichos del paterfamilias; por consiguiente es una problemática de carácter internacional, de la que difícilmente quedan exoneradas sociedades concretas.
Es innegable que en Cuba este fenómeno coexiste y que en los últimos años ha mostrado una tendencia al crecimiento lo que resulta preocupante por su trascendencia y consecuencias negativas.
Es oportuno este 10 de diciembre del año 2012 al cumplirse el 62 Aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos ratificar el nexo de los profesionales de las ciencias médicas con la gestión permanente del respeto a estos derechos inherentes a los seres humanos, los que en Cuba están amparados jurídicamente en la Constitución como ley suprema del Estado y que se precisan en los siguientes enunciados:
- Todos los ciudadanos gozan de iguales derechos y están sujetos a iguales deberes.
- La discriminación por motivo de raza, color de la piel, sexo, origen nacional, creencias religiosas y cualquiera otra lesiva a la dignidad humana está proscrita y es sancionada por la ley.
- Las instituciones del Estado educan a todos, desde la más temprana edad, en el principio de la igualdad de los seres humanos.
- La mujer y el hombre gozan de iguales derechos en lo económico, político, cultural, social y familiar.
Contrario a ello con angustia percibimos y hasta conocemos que tras las verjas de muchos hogares nacen, se desarrollan y conviven actos violentos, que se han conceptualizado como violencia intrafamiliar, interpretada como: “toda acción u omisión cometida en el seno de la familia por uno o varios de sus miembros, que de forma permanente, ocasiona daño físico, psicológico o sexual a otros de sus miembros, que menoscaba su integridad y cause un serio daño a su personalidad o a la estabilidad familiar”, a esta se añaden las repercusiones que causan hacia el exterior; entre las que se encuentran la desintegración de los valores sociales e individuales, la disolución del núcleo familiar y el incremento de la delincuencia.
En la provincia de Sancti Spíritus la problemática de la violencia intrafamiliar, independientemente de las acciones para su prevención y enfrentamiento, no se ha logrado su efectiva profilaxis. Se reportan delitos de amenazas, lesiones y asesinato de notable connotación y graves consecuencias, y entre los implicados o sea, acusado y víctima, existen vínculos de parentesco, que pueden ser considerados por tanto los más graves episodios de violencia intrafamiliar. Tal problemática demanda incrementar la intersectorialidad, y de manera específica garantizar que las estrategias diseñadas en las cuales participan los profesionales de las ciencias médicas, vinculados al tema, definan dentro de sus objetivos la evaluación del impacto que ha tenido su accionar en el proceso de transformación de los escenarios actuales.
La convocatoria va intencionada a que los profesionales de la salud, utilizando como referente los mencionados fundamentos legales, actúen de manera integradora según las funciones y acciones que ejecutan con las personas en lo individual, las familias en lo particular y las comunidades en lo general, en la prevención y disminución de la violencia intrafamiliar.
Urge arrancar de nuestro pensamiento las ideas obsoletas aparejadas a la violencia, las que se traducen en ocasiones que es preferible no inmiscuirnos en problemas ajenos, no intervenir en áreas que pertenecen al ámbito privado “pues se viola el derecho a la privacidad”, o el miedo de las víctimas a quedar desamparados al separarse o al denunciar al cónyuge agresor, así como otros tabúes, los que hacen difícil atender y resolver este problema como fenómeno social y jurídico.
Deviene la necesidad de ejecutar con mayor intencionalidad las acciones que el Sistema Nacional de Salud Pública cubano ha definido sobre este tema en la estrategia de la Atención Primaria y en el Plan del Médico y la Enfermera de la Familia.
Estas estrategias responden a los principios que sustentaron la Declaración de Alma Ata al definir que la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solo la ausencia de enfermedad, es un derecho humano fundamental y que la consecución del nivel de salud más alto posible es un objetivo social prioritario en todo el mundo, cuya realización requiere la acción de muchos otros sectores sociales y económicos.
El cumplimiento ético y sistemático de los principios que sustentan la salud pública en Cuba exige la promoción de soluciones más amplias y duraderas para solucionar el problema de la violencia.
Por excelencia las acciones que ejecutan los médicos de la familia deben estar destinadas a identificar los problemas sociales que afecten a las mismas y a la comunidad, con especial atención a la violencia intrafamiliar, que se encuentra implícita en su actuar.
Como expertos en medicina y líderes de la comunidad es preciso que se logre con su desempeño, comprender que no se trata de aprender a vivir con la violencia, sino de percibirla como un fenómeno controlable y transformable, que trasciende a la ciencia para poder abordarla desde la intersectorialidad.
Potenciemos con nuestro desempeño profesional la cultura de respeto y comprensión hacia la pareja, la familia, para derrumbar los mitos y prejuicios de la subcultura machista.
Procedamos de manera integradora en la protección de los bienes jurídicos tan preciados y vinculados socialmente con la persona y su desarrollo como: la vida, la salud, la integridad, la libertad, la seguridad.
Actuemos denodadamente para que las generaciones futuras logren convivir en familia con la capacidad y habilidad de resolver conflictos sin recurrir a la violencia, asegurando así su salud, bienestar, calidad de vida y con ello que los seres humanos utilicen su razón y su libertad para construir un mundo mejor.
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